Historia de nuestra Parroquia

Portada principal del templo.
Portada principal del templo.

El templo de la Natividad de Nuestra Señora de Mejorada del Campo es de una gran sencillez y de difícil datación. Sin embargo, sabemos que en torno al año 1667 se constituye la fábrica; una expresión que se refiere a la renta destinada para las reparaciones y conservación de la iglesia. Las referencias encontradas en estos libros de fábrica remiten a una construcción anterior, lo que indica que posiblemente en este momento se realizó una gran intervención para mejorar su estado.

 

En el primer libro de fábrica que se conserva en el Archivo Parroquial, vemos anotado que en el año 1681 hubo un gasto de 300,50 reales por trastejar los tejados del edificio de la iglesia: 850 tejas. En el mandato de obras del año 1686, Francisco González de Heredia escribe: “Hubo el patronato de la Capilla Mayor edificar media naranja en dicha capilla, que estaba a teja vana, y el altar mayor -sin retablo ni sagrario decente-, que se obligó construir en la forma que hoy está a los reparos perpetuos de dicha Capilla Mayor”. Asimismo, se otorgó escritura de obligación para que el marqués Pedro Fernández del Campo o sus sucesores “reparen cuantas cosas sean necesarias”.

 

En 1689, se realizan obras de solado de la puerta de los pies de la iglesia y para tapar hoyos. En el año 1691, Pedro Fernández del Campo, marqués de la villa y comendador de la Orden de Santiago, propugna la construcción de una capilla de tipo funerario dedicada a san Fausto Labrador, cuyas reliquias acogería al término de sus obras. Entre la primera fecha y 1726 se operan reparaciones tanto en el solado de madera del altar mayor como en los tejados, que se sanean cada cierto tiempo. Así, de nuevo en 1726, se realiza el trastejo de la torre y se quita el tejadillo que había debajo de ella, siendo maestro de obras el madrileño Ignacio Gódar.

 

En 1732, de nuevo, el templo parroquial se encuentra en muy mala situación, sobre todo el presbiterio, con las paredes tan socavadas que si no se arreglaban podían “sobrevenir a mayores ruinas”, recogen documentos de la época. Esta situación se debía a las humedades que existían en el altar mayor y que llegaban a tal punto que, como indica el visitador, “algunas estatuas están casi consumidas”; por lo que ordena que se trasladen a otro lugar.

 

Se hace referencia al atrio de la iglesia, hoy desaparecido, en el mandato de visita de 1752, donde se ordena que “se compongan o tabiquen las verjas del pórtico de la iglesia que tiene a mediodía, a decisión del cura, echando las puertas necesarias para la comunicación y resguardo”. Dos años después, en una nueva visita, aparece reflejado en gastos el cierre del referido pórtico para hacer un cuarto de ladrillo con el fin de guardar “madera y trastos”, sentar las puertas nuevas del mediodía y almacenar las antiguas. Además, se habla de la eliminación de una ventana de la sacristía con relleno de ladrillo. El recibo de estos arreglos lo firma con fecha de 15 de mayo de 1753 el maestro albañil de esta villa entonces, Gerónimo Correa. Este cuarto aún aparece en un plano de la «Triangulación Topográfica Nacional» del año 1889.

 

Antes de todo esto, está documentado que el templo sufrió sucesivos saqueos en 1710 durante la Guerra de Sucesión Española. Unos daños que se repitieron y multiplicaron en dos ocasiones más: en el año 1808 con la Guerra de Independencia frente a los franceses y durante la Guerra Civil Española, cuando la iglesia quedó devastada, con especial daño a sus elementos de mayor valor artístico y religioso, la mayoría de los cuales nunca han llegado a localizarse y recuperarse.

 

Ya en el año 1754, se encargan y realizan unas puertas nuevas de pino tanto para la portada del mediodía como para la de poniente, así como los herrajes de ellas, realizadas por Juan González, maestro portaventanero de Alcalá de Henares. En la visita de este mismo año, se ordena construir un tejado en la portada de poniente que se justifica para que sirva de resguardo y se ejecute a imagen de la que en otros tiempos hubo, según denotan los dos maderos que aún actualmente salen de la pared en esa fachada.

 

En el año 1764, viene a Mejorada un maestro de obras de Madrid para reconocer la obra del cuerpo de la iglesia en su techumbre y preparar su reparación. En este sentido, y como curiosidad, existen documentos de ese mismo año en los que se habla de la necesidad de “limpiar las telarañas de la iglesia”.

 

En 1772, Pedro Antonio de la Puente en su «Viaje de España» presta atención a la Capilla de San Fausto, el altar central de cuatro frentes y piedras semipreciosas y dos pilas de agua bendita de ágata y mármol. Una al entrar por la puerta principal y otra en la puerta del costado. Supone que las dos habían sido hechas en Italia por su estilo renacentista. Hoy están desaparecidas. Además, De la Puente hace referencia a la sacristía del templo de Mejorada, de la que ensalza el cuadro del testero de la misma que dice que es del reconocidísimo Lucas Jordán: «La huida a Egipto», también en paradero desconocido.

 

Al primer tercio del siglo siguiente, en 1832, el «Diccionario Geográfico Universal» comenta de Mejorada del Campo: «Su Iglesia parroquial, de la que son anejas las de Velilla y Rivas, es muy capaz y de una fábrica excelente en el cuerpo principal y capilla». Tras el saqueo francés de la Guerra de Independencia se realiza una gran intervención en el edificio. Así, en 1848 se aprueba, por parte del Ministerio de Gracia y Justicia, un gasto de 14.197 reales para la reparación de la Iglesia parroquial, en estado de ruina. Si bien, desde 1812 se habían efectuado varias intervenciones, sobre todo en el altar mayor.

 

En 1889, de nuevo el Ministerio de Gracia y Justicia aprueba una partida más para la reparación del templo, ascendiendo el montante en este caso a 3.900 pesetas. Las obras continúan en 1909. En este caso, es una intervención en las cubiertas, por una cantidad de 4.319,85 pesetas, con el grueso del gasto destinado a madera. Además se consolida la fachada de poniente.

 

Tras los sucesos de la Guerra Civil, se llevan a cabo varias intervenciones en la cubierta y para la consolidación de los muros perimetrales. El saqueo total y abandono al que se había sometido a la Capilla de San Fausto obliga a una intervención integral. Resultado de estas últimas intervenciones, queda un edificio sencillo de una sola nave con crucero marcado por un espacio cuadrangular previo al presbiterio, que se cubre con una cúpula de media naranja, y marcado en planta por los cuatro pilares que soportan dos arcos fajones de medio punto.

 

Al lado del Evangelio (izquierdo) se ubicaron dos hornacinas horadadas en el muro donde se albergaron imágenes de santos de poca importancia artística, manufactura de la segunda mitad del siglo XX, comúnmente denominadas como ‘de Olot’. Desde la restauración del año 2011 solo se conserva una de ellas, de más antigüedad y que conservaba restos de policromía en fresco de escaso valor que fueron cubiertos.

 

En el lado de la Epístola (derecho), quedan marcados en el muro tres arcos ciegos de medio punto que quizás se correspondían con el atrio que fue cerrado en el siglo XVIII. A la altura del primer arco cegado contado desde la cabecera, se abre hoy la Capilla del Santísimo, que no aparece en el plano de 1889, aunque se intuye en las fotografías históricas de 1946 y 1956. Es de planta rectangular y bóveda de yeso formando lunetos y nervaduras de clara influencia neoclásica, no siendo así el momento histórico de su construcción.

 

El presbiterio, elevado sobre tres gradas se cubre con una bóveda de cañón con lunetos, indicando una intervención de marcado carácter neoclásico tardío. El retablo, hoy desaparecido, también se encontraba elevado sobre gradas. A los pies se encuentra el coro alto, sobre la entrada principal de poniente, recuperado en la más reciente intervención sobre el edificio junto con la instalación del cajón o cancela de acceso del año 2011. Ha desaparecido la escalera original, que se situaba en el ángulo suroeste junto a la puerta principal, en el área donde se encuentra la actual

 

La torre-campanario, de planta cuadrada, se halla encajada entre la Capilla de San Fausto y la del Santísimo. Los documentos dejan constancia de que fue construida en el mismo momento que el resto del templo y de ahí que se encuentre en una situación muy forzada con respecto a las capillas añadidas después y al exterior, lo que obliga a una modificación en las cubiertas que desde el principio da lugar a la filtración de aguas y los consiguientes problemas de humedades que en la actualidad persisten.

 

Hacia la cabecera, en la zona del crucero, la cúpula de media naranja arranca de cuatro pechinas, decoradas con el escudo del Marqués de Mejorada, benefactor del templo. Este espacio aparece decorado además por una cornisa que resalta en sus elementos arquitectónicos por la pintura aplicada. En el entablamento, aparecen elementos decorativos geométricos, también resaltados por el cromatismo.

 

La cúpula está elevada sobre un pequeño tambor con plintos pareados, que se continúan con nervaduras remarcadas también por la bicromía, formando cuatro plementos como gajos de la media naranja. El centro de la misma, antes de la restauración de 2011, aparecía sin rematar, y de él colgaba una gran lámpara contemporánea de forja. En el libro «Iglesias de la Comunidad de Madrid», se describía una linterna. El único indicio existente era este elemento de madera de tope, aunque no se contaba con ningún otro dato histórico que corroborase su existencia. Hoy, en su lugar, existe un tragaluz con vidriera que replica la de la Cátedra de San Pedro Papa en la Basílica del Vaticano.

 

El frontal posterior a la contienda civil que presidía el templo en lugar del antiguo y destruido retablo era de un solo cuerpo, apoyado sobre un zócalo de imitación a mármol, en columnas de yeso de estilo corintio que se incorporaban a la cornisa corrida de toda la cabecera. Este quedaba rematado con florones y unas volutas que centraban un tondo alegórico al Espíritu Santo. Las columnas acogían un cuadro réplica de un Pantoja de la Cruz sobre la «Natividad de Nuestra Señora», la Virgen, que se exhibe en el Museo del Prado. Este cuadro se encuentra ahora en el crucero, por el lado del Evangelio, sobre la pila bautismal.

 

Otro elemento destacable es, de hecho, la pila bautismal que se encuentra en la cabecera del templo. Tiene las trazas del gótico tardío (siglos XVI-XVII), con elementos decorativos en la copa de la cruz de san Andrés y la cruz de Malta sobre una barra.

 

En las paredes de la nave se ha redescubierto y reintegrado también una labor de imitación de cantería que da la imagen de que los yesos de las paredes sean piedra. Además, inscripciones murales que señalan el lugar en el que su ubican las capillitas estacionales del viacrucis.

 

El exterior del templo es de hiladas de ladrillo y cajones de mampuesto en la nave y revocada en la zona del crucero y la cabecera con cuatro contrafuertes de base de sillar de piedra y ladrillo. Únicamente en esta última zona presenta mayor altura. Esta descripción se aprecia claramente en la fachada norte. La fachada oeste y principal se remataba con un sencillo tímpano de nueva factura remarcando el tejado a dos aguas que cubre el templo. La portada es sencilla, de piedra formando un arco de medio punto y sin rematar. Sobre la puerta, y también centrado en la fachada, aparece un óculo que aporta luz sobre el coro.

Interior del templo antes de la restauración.
Interior del templo antes de la restauración.

Capilla de San Fausto

En el lado de la Epístola (el del sur, a la derecha) del crucero del templo parroquial se encuentra el acceso a la Capilla de San Fausto. Fue promovida por Pedro Fernández del Campo, marqués de la villa y comendador de la Orden de Santiago. Esta capilla tenía la doble finalidad de ser una construcción de tipo funerario para el noble y su descendencia, así como lugar de culto y honra a las reliquias del santo labrador, que reposan en su baldaquino central desde al año 2013 tras haberse perdido las que inicialmente se veneraban.

 

Por espacio de cinco años se prolongaron las obras de fundación, que culminaron tras recibir la perceptiva licencia pontificia el 6 de noviembre de 1686. El segundo marqués de Mejorada, Pedro Gaetano Fernández del Campo, obtuvo gran parte de la financiación necesaria para estos trabajos gracias a la victoria de sus tropas frente a las anglo-portuguesas que pretendían ocupar Madrid. La inauguración llegó en el año 1691.

 

El acceso se realiza a través de una verja del siglo XVII. Sobre el arco de entrada, un balcón corrido desde el que, en origen, escuchaba los oficios la familia del Marqués de Mejorada, pues accedía directamente a él desde una vivienda colindante que hoy no existe.

 

Al otro lado de la misma, se alza la majestuosa capilla, obra de Matías Román, maestro del lugar en 1691. El monumento religioso es ensalzado por Pedro Antonio de la Puente en su «Viaje de España», de 1772, donde subraya la calidad de su arquitectura y también las esculturas que adornan la misma y los cuadros de la vida de san Fausto labrador, realizados por Alberto Arnon en Nápoles en el año 1690, si bien estos últimos se encuentran desaparecidos en la actualidad.

 

Tras la Guerra Civil, el saqueo y abandono al que se había sometido a la Capilla de San Fausto obliga a una intervención integral por parte de la Dirección General de Patrimonio, que encarga al arquitecto Francisco Javier Alcat la recuperación integral de la misma. El proyecto y realización de la obra se desarrollaron entre los años 1987 y 1993. Después, el 26 de junio de 1997 llega la declaración del monumento como Bien de Interés Cultural (BIC).

 

La decoración de esta Capilla es exuberante de hornacinas, pinturas y estatuas de los grandes santos de la Contrarreforma. Centrado, bajo la cúpula, un altar templete cenotafio con las reliquias del santo. Es de mármol y jaspes, y bajo éste se halla la cripta de enterramiento de la familia nobiliaria. En ella, estuvo un importante cuadro de Lucas Jordán, una «Huida a Egipto» que ya no se encuentra. Sí existe una tabla del siglo XVII de san Judas Tadeo que pertenecía a un antiguo retablo.

 

Esta Capilla es una pieza única del barroco madrileño que valió que la Comunidad de Madrid comenzase los trámites para su protección por parte del Ministerio de Cultura en mayo de 1986. 

  

Con todo, la construcción del edificio es humilde en cuanto a sus materiales, que no en su decoración y ornamentos. Se emplea sillar en las esquinas y ladrillo en el resto. La cubierta sigue los esquemas del barroco madrileño con cúpula de madera y revestimiento interior de yeso y exterior de pizarra. Actualmente, y tras la restauración llevada a cabo en el año 1992, la cubierta de la imponente cúpula es de cinc a modo de escamas.

 

En la restauración del año 2011 se devolvió a la Capilla buena parte de su esplendor, gracias a trabajos de repintado, limpieza y recomposición de policromías. Además, la reja fue tratada para recuperar su color y maniobrabilidad originarias.

 

Extraído y adaptado de:

«Memoria Histórica para Proyecto de Restauración de la

Iglesia Parroquial de la Natividad de Nuestra Señora».

Departamento de Arquitectura del Obispado de Alcalá de Henares (2011).